En palabras de Julio Cortázar, todo cuento perdurable es como la semilla de un árbol gigantesco, esa pequeña apertura de lo pequeño hacia lo grande. 

Cada expresión artística encierra la visión del mundo de su creador. Muestra ese tema que lo desvela, que no comprende, que lo conmueve. Y en el cuento, además, se abre una grieta. Un espacio donde se producirá un deslinde, algo que ilumina eso que está más allá de lo que se cuenta. 

La antología de Entre Vidas viene a demostrar que las voces actuales, con toda su diversidad, son dignas herederas de la tradición que el cuento tiene en la literatura argentina. Que siguen siendo potentes. Que aún arañan ese espacio desde donde se comprende el mundo. Que el cuento como género no ha perdido vigencia y que cuando está bien construido, sin estridencias, viene a echar luz sobre aquello que nos hace singulares. 

Mauro Yakimiuk