Todavía hay fuga no sólo es un libro sino también un jardín que la autora planificó con precisión. Un lugar donde brotan los poemas cotidianos y evocativos, rodeados de un lirismo deslumbrante y profuso. El perfume de estos poemas es oriental, los versos huelen a cabaña, a bosque, a flores contra el miedo, a nieve que se derrite por el calor de las confesiones: “olvidé que podía / frotar mi piel / en un acto de ternura / conmigo misma”. Lola, como el personaje de Stalker en la película de Andréi Tarkovsky, nos guía por ese jardín que muta con cada hoja que damos vuelta y nos mancha con el jugo que brota de la infancia, de las pérdidas y los amores.