Existe un resto de lo nombrado. Existe una impenetrabilidad de los cuerpos donde su esencia (si es que existe) no puede ser apresada de manera total y conclusiva. Héctor Libertella le llamaba la patografía: ir siempre más allá de las palabras, dibujar las pasiones, como si se pudiese escribir con la propia sangre. “La sangre está acá” replica Caro en su libro Enfrentar el muerto. “Debería/ decirle/ sin embargo/ lo imposible”. Quizás aquí se renueve una fe ancestral: tirarle un poco de vino a la tierra como ofrenda a la Pacha mama o, quizás, escuchar las voces del contestador (casi escribir con sangre). Ese registro sonoro del otro, actuación sobre la marcación del timbre.
¿De quién son las cosas de un ausente? ¿Cómo se constituye “la gramática de la propiedad” cuando el otro ni siquiera puede nombrar? Se besa el cuerpo frío, la sangre congelada y fuera de circulación. Las cosas convocan recuerdos, son una provocación a su forma de nombrarlas. De nuevo lo inaccesible, el resto, la separación enigmática y descentrada, fracturada, entre lo que se dice y lo que es. Es decir, los libros, la lectura sobre ellos, y las marcas de lectura en ellos.
“Escribir la lectura” de Roland Barthes nos demostró cómo proceder ante la lectura ralentada de Sarrasine de Honore de Balzac en su libro S/Z: Esas marcas que se dejan en los libros y que son enigmas incompletos de un posar los ojos sobre las hojas. “Nada de tinta/ jamás” dice Caro. El respeto al libro en su lectura de lápiz y no de lapicera. Otra forma de mostrar el respeto a los objetos. Patografías, diría Héctor: escribir con el cuerpo y leer con el lápiz.
El lenguaje, de este modo, es una experiencia de la pérdida El decir ahueca algo al abismo (¿las cosas, tal vez?). La “desaparición” es el sonido de un cuerpo que no está ahí, el espacio vacío. Decir “tengo” es entrar en el espacio inabordable de la propiedad, dejar el expresar sinuoso, el rodeo del lenguaje. No tengo nada. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Y el beso en el cuerpo frío como la forma de enfrentar el muerto.
TEXTO LEIDO en la presentación del libro, en La Sede, el viernes 13/7 del 2018.
ENFRENTAR AL MUERTO de Carolina Bartalini
Existe un resto de lo nombrado. Existe una impenetrabilidad de los cuerpos donde su esencia (si es que existe) no puede ser apresada de manera total y conclusiva. Héctor Libertella le llamaba la patografía: ir siempre más allá de las palabras, dibujar las pasiones, como si se pudiese escribir con la propia sangre. “La sangre está acá” replica Caro en su libro Enfrentar el muerto. “Debería/ decirle/ sin embargo/ lo imposible”. Quizás aquí se renueve una fe ancestral: tirarle un poco de vino a la tierra como ofrenda a la Pacha mama o, quizás, escuchar las voces del contestador (casi escribir con sangre). Ese registro sonoro del otro, actuación sobre la marcación del timbre.
¿De quién son las cosas de un ausente? ¿Cómo se constituye “la gramática de la propiedad” cuando el otro ni siquiera puede nombrar? Se besa el cuerpo frío, la sangre congelada y fuera de circulación. Las cosas convocan recuerdos, son una provocación a su forma de nombrarlas. De nuevo lo inaccesible, el resto, la separación enigmática y descentrada, fracturada, entre lo que se dice y lo que es. Es decir, los libros, la lectura sobre ellos, y las marcas de lectura en ellos.
“Escribir la lectura” de Roland Barthes nos demostró cómo proceder ante la lectura ralentada de Sarrasine de Honore de Balzac en su libro S/Z: Esas marcas que se dejan en los libros y que son enigmas incompletos de un posar los ojos sobre las hojas. “Nada de tinta/ jamás” dice Caro. El respeto al libro en su lectura de lápiz y no de lapicera. Otra forma de mostrar el respeto a los objetos. Patografías, diría Héctor: escribir con el cuerpo y leer con el lápiz.
El lenguaje, de este modo, es una experiencia de la pérdida El decir ahueca algo al abismo (¿las cosas, tal vez?). La “desaparición” es el sonido de un cuerpo que no está ahí, el espacio vacío. Decir “tengo” es entrar en el espacio inabordable de la propiedad, dejar el expresar sinuoso, el rodeo del lenguaje. No tengo nada. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Y el beso en el cuerpo frío como la forma de enfrentar el muerto.
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