Una inestabilidad es el afecto y sin embargo se vive como una fortaleza. El deseo y el amor nunca son semillas, son superficies, pero queremos que de ellos brote una continuidad. Nuestra sombra volcada en el río es esta imposibilidad de asir, de hacer germinar y de saber si va a permanecer algo más que el deseo; es esta amenaza de pérdida como sombra del amor que está, y es también el goce de su presencia aunque sea frágil y engañosa como una sombra en el agua. Habla de una unión esta sombra y es la semilla de un reflejo, como el amor, algo que solo acontece desde su propia imposibilidad y gracias a ella; que no puede sembrarse en el río, pero que puede danzar en su superficie. Hay cierta alegría en el estar proyectando una sola sombra siendo dos cuerpos, es como una celebración de la debilidad, una consciencia de ella que no inhabilita el amor, sino que lo fortalece y permite mirarse.