En la noche densa, por la calle incierta,
inciertos caminábamos, pidiendo
cada uno al otro una palabra cierta
por el horror de cada uno ser quien es,
como un alma cuando raya la fe,
clara se fuese abriendo.
Hablábamos de todo, y el triste color
de nuestras almas ya llenaba todo
y como no hablábamos de amor,
y sólo el ahora nos pertenecía
quedamos, cada uno, perdido y mudo,
en un silencio que un grito oculto aumentaba.
Pero el sosiego era mortal y la luz lunar
de un vago azul plata venía volando
con su forma sin forma por el aire.
Nuestra soledad llegaba al alma
y cualquier cosa del alma que cambiaba
quebraba el cable que tensaba nuestra calma.
Y él dijo: «Hablemos de la tristeza
de no amarnos. Porque no amamos.
¿Acaso no busca la belleza
quien a la belleza ama?
Porque solos por la vida erramos
¿pasto ardiendo en velada llama?».
Y yo, que oyera más de lo dicho
eternamente de lo que fue dicho,
yo a quien el amor y el placer
no quisieron para sí y desdeñaron
desde el fondo del corazón proscrito
estas palabras dije:
«Sólo quien es bello tiene derecho a amar,
sólo el cuerpo perfecto pide besos
y puede querer otro cuerpo entrelazar.
Con cierta mano el Hado presidente
indica quién tiene derecho a tener deseos
y a quién el Amor en su rebaño consiente.
Una sola cosa en el destino justo
hace el Hado al Amor y a la Belleza
la pareja.
Sea fuerte quien sabe que no merece
nada del amor».
Lo que piensa el corazón - Fernando Pessoa
En la noche densa, por la calle incierta,
inciertos caminábamos, pidiendo
cada uno al otro una palabra cierta
por el horror de cada uno ser quien es,
como un alma cuando raya la fe,
clara se fuese abriendo.
Hablábamos de todo, y el triste color
de nuestras almas ya llenaba todo
y como no hablábamos de amor,
y sólo el ahora nos pertenecía
quedamos, cada uno, perdido y mudo,
en un silencio que un grito oculto aumentaba.
Pero el sosiego era mortal y la luz lunar
de un vago azul plata venía volando
con su forma sin forma por el aire.
Nuestra soledad llegaba al alma
y cualquier cosa del alma que cambiaba
quebraba el cable que tensaba nuestra calma.
Y él dijo: «Hablemos de la tristeza
de no amarnos. Porque no amamos.
¿Acaso no busca la belleza
quien a la belleza ama?
Porque solos por la vida erramos
¿pasto ardiendo en velada llama?».
Y yo, que oyera más de lo dicho
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yo a quien el amor y el placer
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sólo el cuerpo perfecto pide besos
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Sea fuerte quien sabe que no merece
nada del amor».
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