Conozco algunos poemas de este libro hace mucho tiempo. Su música se fue enredando y se me hizo familia. Suena hace años el runrún que dice: “En Novomikolaivka los inviernos / son nevados, sin embargo / en su relato hay tierra suficiente / para que cada cual / vea nacer la primavera”.
Porque los releí y contrabandeé hasta el cansancio, porque escucho en ellos a mi amiga Claudia, y digo amiga y digo se hicieron familia porque para ella el entretejido de un poema, de estos y de otros, propios o ajenos, es una relación. La escucho a Claudia y la imagino: acercándose no sin una leve sospecha al mundo de las otras y los otros. Esta vez para cumplir algo imposible: recrear la materia del recuerdo, o la dificultad de recordar, la cuota de ficción, el desencanto porque “No, no hay nada brillante / en los rincones, nada oscuro / solo un poco de pelusa”. O la punzada que se llama algo así como nostalgia al entregarse a ese ejercicio: “Y siento un golpe, un hueco / el tiempo yéndose. / Estoy lejos. Mi mamá a veces canta”.Ella sabe que recordar es un privilegio, y un regalo precioso compartir lo recordado. Sabe que todas, todos, arrastramos esa rara máquina
dentro, como insectos bioluminiscentes, y que en el fondo, aunque nos duela, amamos derrochar nuestra luz. “Ahora sí, con gravedad / dice me acuerdo”. Y así, no con una explosión ni con un gemido, empieza todo.
Eloísa Oliva
PRIMERO de Claudia Prado
Conozco algunos poemas de este libro hace mucho tiempo. Su música se fue enredando y se me hizo familia. Suena hace años el runrún que dice: “En Novomikolaivka los inviernos / son nevados, sin embargo / en su relato hay tierra suficiente / para que cada cual / vea nacer la primavera”.
Porque los releí y contrabandeé hasta el cansancio, porque escucho en ellos a mi amiga Claudia, y digo amiga y digo se hicieron familia porque para ella el entretejido de un poema, de estos y de otros, propios o ajenos, es una relación. La escucho a Claudia y la imagino: acercándose no sin una leve sospecha al mundo de las otras y los otros. Esta vez para cumplir algo imposible: recrear la materia del recuerdo, o la dificultad de recordar, la cuota de ficción, el desencanto porque “No, no hay nada brillante / en los rincones, nada oscuro / solo un poco de pelusa”. O la punzada que se llama algo así como nostalgia al entregarse a ese ejercicio: “Y siento un golpe, un hueco / el tiempo yéndose. / Estoy lejos. Mi mamá a veces canta”.Ella sabe que recordar es un privilegio, y un regalo precioso compartir lo recordado. Sabe que todas, todos, arrastramos esa rara máquina
dentro, como insectos bioluminiscentes, y que en el fondo, aunque nos duela, amamos derrochar nuestra luz. “Ahora sí, con gravedad / dice me acuerdo”. Y así, no con una explosión ni con un gemido, empieza todo.
Eloísa Oliva
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