Los primeros manuscritos ilustrados armenios datan de fines del siglo VI y principios del VII. Pinturas o dibujos, escenas o composiciones que representaban temas propios al carácter sacro de la historia, llamados también miniaturas, del latín: miniare, es decir: colorear; minia o iluminaciones, del latín tardío illuminatio. El rol de las grandes familias feudales armenias favoreció el desarrollo del arte del libro. Cilicia fue la tierra de libros y de diversas formas de arte de la miniatura. Así surgieron los artistas de la época: Toros Roslin, Sarkis Pisak y otros. La pintura de miniaturas del siglo XIII se caracterizó por una nueva comprensión del mundo. Uno de los más importantes pintores fue Toros Roslin, el talentoso artista de quien nos llega el primer manuscrito datado del año 1256, cuya obra se encuentra preservada en los museos de Ereván, Jerusalén y Baltimore. El rey armenio Levón II y el catolicós Costandin de Bardzrberd fueron sus mecenas. Cada reliquia del maestro es una interpretación de las tradiciones y sus figuraciones, de modo que cada manuscrito relata transportes, redenciones, cautiverios y milagros. La angustia interior del hombre medieval y sus emociones son parte de la iconografía de Roslin. Entre Bizancio y Oriente, la espiritualidadse enriqueció de una semántica que creaba cánones de belleza y un misticismo del universo. Sobre el papel el ritmo del color traza el gesto de las letras que son alfabetos, pero que son también íconos.
La tierra de los niños, titula Diego Tatian, no como un país donde los niños reinaran, sino como restitución de una palabra a aquellos a quienes fue saqueada. No la traducción como una prótesis que cumpla una función en la ausencia, sino como una labor casi uterina de dar vida. Darle padres a esa tierra de niños. No essólo la traducción de un mutismo a la palabra, de una cultura a la otra, sino, siguiendo la interpretación de la traductora de Freud al francés, Jeanine Altounian, de una madre a otra. Y si ese tejido roto minó toda una comunidad, si la transmisión del trauma de esa orfandad es de naturaleza radioactiva, ya que no sólo abarca a quienes la vivieron sino a generaciones subsiguientes, el libro de Tatian viene a restablecer la confianza entre lo devastado. Una territorialización simbólica de la ternura que vuelve a concebir una genealogía que es una palabra, un discurso. Dar nacimiento no alcanza con colocar a alguien en el mundo. La incertidumbre de encontrarse fuera de su casa en el universo constituye una especie de topopatía que consiste en el colapso de una tierra que es el colapso de una madre. La tierra de los niñoses la exhumación de una piedad. A la privación de un territorio, una lengua, el nieto escritor ofrece un suelo fértil en cultura. Saca a la comunidad de su condición de víctima, teniendo en cuenta que víctima no es sólo aquel que sufre una opresión, sino aquel que no tiene un lenguaje propio. Tatian enhebra un yo (nieto) que deviene un nosotros en relación a ese tú, ya no sufriente o no sólo sufriente, sino orientado en su gesto de amor a desarmar el silencio; darle letra.
Fragmentos del Prólogo de Ana Arzoumanian
LA TIERRA DE LOS NIÑOS de Diego Tatian
Los primeros manuscritos ilustrados armenios datan de fines del siglo VI y principios del VII. Pinturas o dibujos, escenas o composiciones que representaban temas propios al carácter sacro de la historia, llamados también miniaturas, del latín: miniare, es decir: colorear; minia o iluminaciones, del latín tardío illuminatio. El rol de las grandes familias feudales armenias favoreció el desarrollo del arte del libro. Cilicia fue la tierra de libros y de diversas formas de arte de la miniatura. Así surgieron los artistas de la época: Toros Roslin, Sarkis Pisak y otros. La pintura de miniaturas del siglo XIII se caracterizó por una nueva comprensión del mundo. Uno de los más importantes pintores fue Toros Roslin, el talentoso artista de quien nos llega el primer manuscrito datado del año 1256, cuya obra se encuentra preservada en los museos de Ereván, Jerusalén y Baltimore. El rey armenio Levón II y el catolicós Costandin de Bardzrberd fueron sus mecenas. Cada reliquia del maestro es una interpretación de las tradiciones y sus figuraciones, de modo que cada manuscrito relata transportes, redenciones, cautiverios y milagros. La angustia interior del hombre medieval y sus emociones son parte de la iconografía de Roslin. Entre Bizancio y Oriente, la espiritualidadse enriqueció de una semántica que creaba cánones de belleza y un misticismo del universo. Sobre el papel el ritmo del color traza el gesto de las letras que son alfabetos, pero que son también íconos.
La tierra de los niños, titula Diego Tatian, no como un país donde los niños reinaran, sino como restitución de una palabra a aquellos a quienes fue saqueada. No la traducción como una prótesis que cumpla una función en la ausencia, sino como una labor casi uterina de dar vida. Darle padres a esa tierra de niños. No essólo la traducción de un mutismo a la palabra, de una cultura a la otra, sino, siguiendo la interpretación de la traductora de Freud al francés, Jeanine Altounian, de una madre a otra. Y si ese tejido roto minó toda una comunidad, si la transmisión del trauma de esa orfandad es de naturaleza radioactiva, ya que no sólo abarca a quienes la vivieron sino a generaciones subsiguientes, el libro de Tatian viene a restablecer la confianza entre lo devastado. Una territorialización simbólica de la ternura que vuelve a concebir una genealogía que es una palabra, un discurso. Dar nacimiento no alcanza con colocar a alguien en el mundo. La incertidumbre de encontrarse fuera de su casa en el universo constituye una especie de topopatía que consiste en el colapso de una tierra que es el colapso de una madre. La tierra de los niñoses la exhumación de una piedad. A la privación de un territorio, una lengua, el nieto escritor ofrece un suelo fértil en cultura. Saca a la comunidad de su condición de víctima, teniendo en cuenta que víctima no es sólo aquel que sufre una opresión, sino aquel que no tiene un lenguaje propio. Tatian enhebra un yo (nieto) que deviene un nosotros en relación a ese tú, ya no sufriente o no sólo sufriente, sino orientado en su gesto de amor a desarmar el silencio; darle letra.
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